Saturday, May 3, 2014

Armados solo con Biblia católicos de Atlanta

Personal de seguridad autorizados en templos a portar armas

Una nueva ley de porte de armas ha sido promulgada actualmente en Georgia. Lamento esa acción legislativa más de lo que posiblemente puedo expresar en esta breve columna. Durante el periodo en el que nuestros funcionarios electos estaban sopesando esta medida, apoyé públicamente y continúo respaldando las objeciones de muchos de nuestros líderes religiosos y cívicos; y antes de que esta legislación entre en vigor el 1 de julio, restringiré oficialmente la presencia de armas en nuestras instituciones católicas a excepción de aquellas portadas por quienes han sido designados y entrenados por las autoridades cívicas para protegernos y cuidarnos—y aquellos funcionarios militares y policiales debidamente autorizados.


Lo último que necesitamos es que haya más armas de fuego en los lugares públicos, especialmente en aquellos sitios frecuentados por los niños y las personas vulnerables. Con ésto no quiero sugerir que debamos restringir las armas de fuego de aquellos lugares donde sean necesarias, para proteger nuestros hogares y bienes, o para que los funcionarios encargados de nuestra protección puedan defender al público. Sin embargo, esta nueva legislación de facto hace que las armas de fuego estén más disponibles en lugares donde podrían ocasionar que la violencia escalara.

Las iglesias y otros sitios de adoración tienen el propósito de ser santuarios, sitios sagrados donde la gente viene a orar y a adorar a Dios. En nuestra nación, el ambiente pacífico de estos sitios rara vez se han visto perturbado por la violencia, sin embargo incluso en aquellas ocasiones, tan escazas como pueden ser, no hay motivo suficiente para permitir que la gente traiga más armas a la casa de Dios.

La nueva legislación hace que las armas sean más fáciles de conseguir en sitios donde se sirve  alcohol. La mayoría de las jurisdicciones tienen leyes bastante específicas sobre manejar embriagado. Las Madres contra los conductores ebrios (MADD por sus siglas en inglés), junto a muchas otras organizaciones relacionadas similares, continúan recordando al público que operar un vehículo siempre requiere una mente sobria. ¿Cómo podemos justificar nosotros que buscamos mantener nuestras autopistas seguras de personas bajo la influencia del alcohol la presencia de armas de fuego en bares y tabernas? ¿No están potencialmente presentes las mismas dinámicas cuando la gente con armas puede estar  ingiriendo alcohol y ser menos capaz de tomar decisiones prudentes? ¿Acaso estamos en la era ficticia del viejo oeste donde la gente llevaba armas en su cinturón y resolvía desacuerdos en tiroteos?

Confío en nuestros agentes públicos y oficiales de policía para proteger nuestra seguridad. Posiblemente necesitamos más de ellos en algunas áreas y deberíamos apoyar una legislación que honre a estos servidores y provea adecuadamente por sus necesidades ayudándolos a cumplir con sus deberes cívicos.

Obviamente vivimos en una sociedad cada vez más violenta. La larga lista de sitios donde las masacres humanas han destruido vidas y familias es vergonsoza:  Newtown, Connecticut; Fort Hood, Texas; Virginia Tech; y Columbine High School, Colorado, por mencionar sólo los más recientes. Cada una de aquellas situaciones lamentables identifica a una o unas personas con enfermedades mentales graves como los responsables. Con frecuencia pudieron haber estado bajo alguna forma de tratamiento clínico, pero obviamente no el suficiente como para evitar su comportamiento brutal. Necesitamos más profesionales en el área de la salud mental con los recursos necesarios para cuidar de aquellos cuyas personalidades inestables pueden ocasionar actos violentos en lugares públicos.

¿Será que más armas pueden detener la violencia que cada vez nos aterroriza con más frecuencia? ¿Será que no hay ninguna relación entre la violencia que se disfraza como entretenimiento y aquellos entre nosotros que manifiestan públicamente su ira? ¿Será que el mundo de las comunicaciones no comparte cierta responsabilidad al transmitir lenguaje violento, mensajes de odio y ofensas brutales bajo el pretexto de los derechos de la Primera Enmienda? ¿Cuál es la relación entre salud mental e ira incontrolable contra otras personas o clases de personas? Éstas son preguntas serias que exigen una discusión seria y una respuesta eficaz; y no deben ser ignoradas.

Recientemente durante el pasado, hemos presenciado acciones y escuchado muchos de los ataques de algunas personalidades llenas de odio contra una raza, una religión, los homosexuales, los indocumentados entre nosotros y aquellos con opiniones políticas diferentes. El lenguaje e incluso algunas veces el comportamiento de estas personalidades es mezquino y despreciable. Lamentablemente, sabemos que existen tales individuos y sus opiniones atraen demasiada atención pública. Se convierten en celebridades de los medios de comunicación difundiendo su odio demasiado lejos y con frecuencia las armas de fuego se convierten en parte de su persona. En lugar de más armas, claramente necesitamos más establecimientos para ayudar a este tipo de personas a que por lo menos controlen su ira y así estar todos más seguros.

El uso indebido de armas de fuego de ninguna manera está limitado  sólo a aquellos que sufren enfermedades mentales, ya que vemos que éstas también son utilizadas en discusiones acaloradas durante situaciones domésticas, en suicidios durante ataques de desesperación, en accidentes debido al entrenamiento inadecuado o a la negligencia al asegurar las armas y obviamente en actividades criminales.

En lugar de hacer que las armas estén más disponibles como una solución, necesitamos líderes en el gobierno y en la sociedad que hablen contra la violencia en todos los aspectos de la vida, que enseñen maneras de reconciliación y paz, y que hagan que la justicia, no la venganza, sea nuestra meta.

—>  Arzobispo de la Diócesis de Atlanta Wilton D. Gregory 



<-> A su vez, el obispo de la diócesis Episcopal de Atlanta, Roberto Wright, prohíbe portar armas de fuego en todos los centros de adoración de la iglesia no católica en el estado de Georgia.



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